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Afganistán se precipita al caos

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Cientos de vecinos abandonan sus casas en Herat debido a los enfrentamientos entre las fuerzas afganas y los talibanes en los suburbios. / EFE

Los talibanes amenazan con atentar contra altos cargos del Gobierno mientras la población tramita masivamente su pasaporte en previsión de una huida del país

Las colas en Kabul para obtener un pasaporte y la urgente movilización de los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido para evacuar al mayor número posible de antiguos colaboradores de sus ejércitos hacen presagiar que Afganistán se precipita al caos. En apenas un mes, los talibanes se han apoderado de doscientos enclaves rurales y ocupado los pasos fronterizos antes custodiados por las tropas internacionales, y ahora su prioridad se concentra en las áreas urbanas, lo que ha encendido el miedo entre la población y la sensación de una posible y cercana derrota nacional.

El cerco a las ciudades es, precisamente, el último golpe desmoralizante para el Gobierno de Ashraf Ghani. Los acuerdos de Doha, firmados en 2020 con EE UU, prohibían los ataques en las grandes urbes, pero el martes los insurgentes se lo saltaron para perpetrar un ataque fallido contra el ministro de Defensa en pleno barrio residencial de Kabul. Pese a que Bismillah Khan Mohammadi no se encontraba en casa, ocho personas resultaron muertas y otras veinte heridas en el brutal atentado de carácter suicida, perpetrado con explosivos y armas de distinto calibre.

La refriega duró cinco horas de intenso tiroteo y los asaltantes allanaron la vivienda de un diputado después de que un suicida hiciera estallar un coche bomba. Utilizaron, asimismo, ametralladoras pesadas para intentar repeler a las fuerzas de seguridad. Según éstas, todos los agresores murieron en el enfrentamiento. Poco después, cientos de jóvenes se manifestaron en apoyo al Gobierno, que confía en poder dar una respuesta militar con ayuda estadounidense en los próximos meses.

Para las autoridades, los talibanes están dispuestos a arrasar con todo a la mayor brevedad posible y reconquistar el país, e incluso ayer se especulaba que ya tenían la actual ofensiva planificada cuando hace un año firmaron con Estados Unidos en Doha las condiciones del repliegue aliado. Como confirmación, Zabihulá Mujahid, uno de los portavoces de la insurgencia, ha reivindicado el ataque del martes contra el ministro y advierte que supone «el comienzo de las represalias contra los dirigentes de la Administración de Kabul que ordenan ataques y bombardeos en todo el país contra civiles». Mujahid también alude a la «oposición interna», lo que ha alimentado las dudas entre los afganos sobre la promesa inicial de los rebeldes de que no tomarían represalías contra el pueblo.

Entre quienes aguardaban ayer a tramitar su pasaporte figuraban estudiantes, jóvenes horrorizadas ante un posible regreso del ultraconservadurismo radical y familias cuyos mayores vivieron el régimen talibán. «Cuando éramos niños, nuestras familias contaban que los talibanes mataban o hacían desaparecer a las personas, eran violentos con las mujeres, no les permitían educarse y las privaban de sus derechos básicos», relataba ayer una estudiante a la agencia AFP. «La gente quiere estar preparada por si las cosas van mal», avisaba un hombre, que había acudido al registro con su mujer y sus hijos, Diez mil afganos acuden a diario a las oficinas de Kabul a por su pasaporte.

Contraofensiva en Lashkar Gah

Con Kandahar, al sur del territorio, sometida a duros ataques y Herat registrando combates en las propias puertas de la ciudad –la tercera en importancia del país–, las fuerzas de seguridad afganas luchan ahora por conservar Lashkar Gah. Con 200.000 habitantes, se trata de otro punto de gran interés estratégico y su invasión por parte de los insurgentes se ha cobrado decenas de vidas en los últimos días. Las tropas gubernamentales organizaban ayer un contraataque para recuperar el enclave. Al cierre de esta edición, todo predecía un enfrentamiento cruento, toda vez que los mandos afganos ordenaron a la población desalojar sus casas y huir para evitar una masacre de civiles. «Sabemos que es difícil, pero, por favor, abandonen sus casas por unos días. Estamos combatiendo a los talibanes allí donde se encuentren», fue su mensaje.

A miles de kilómetros, en Reino Unido, el Gobierno de Boris Johnson cedió a las críticas de altos mandos del Ejército británico y aceptó ampliar el acogimiento de los afganos al servicio de sus tropas en el país asiático: traductores, proovedores y conductores, entre otros. El Ejecutivo espera sacar a unas 2.500 personas para evitar que sean represaliadas por los talibanes. EE UU planea evacuar un número diez veces mayor.

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