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Aumenta el clamor internacional para que la ONU intervenga en Haití

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Policías y militares patrullan las calles de Puerto Príncipe, capital de Haití. / EFE / atlas

El presidente Moise fue torturado en su dormitorio, mientras su hija logró escapar y uno de sus hijos fue amordazado junto a la sirvienta | Hay 17 detenidos, 15 de ellos colombianos y dos estadounidenses

Cuando un devastador terremoto dejó a Puerto Príncipe convertido en un montón de escombros y cadáveres, el mundo se volcó en ayudas y juró aprovechar la oportunidad para sacar al país de la miseria de una vez por todas. El mundo fracasó, Haití también. Muchos lo han pagado con su vida, entre ellos el presidente Jovenel Moïse, asesinado en su propio dormitorio en la madrugada del miércoles con signos de tortura, según la prensa local.

Su escalofriante muerte podría ser el último empujón para que el país descienda al abismo del caos y la violencia, o una segunda oportunidad para la comunidad internacional que lo abandonó hace tres años cuando la ONU retiró a los cascos azules. Ayer crecía el clamor para una intervención para la que los gobiernos del mundo tienen poco apetito, dado el fracaso de los intentos previos. La enviada especial de la organización para Haití, Helen La Lime, informó ayer al Consejo de Seguridad de la ONU a puerta cerrada.

Lo que empezaba a salir a flote eran los sórdidos detalles de la muerte del presidente Moïse, de 53 años de edad. Según dijo Carl Henry Destin, juez de paz del acaudalado distrito de Pétion-Ville, al periódico haitiano Le Nouvelliste, encontraron su cuerpo acribillado en el suelo con signos de tortura. «Boca arriba, con pantalones azules y una camisa blanca manchada de sangre, la boca abierta, le habían sacado el ojo izquierdo y tenía orificios de bala en la frente y en cada uno de los pezones, además de tres en la cadera y uno en el abdomen», describió al rotativo.

En total, 12 impactos de bala, algunos de gran calibre y otros de balas de 9 mm. Toda la habitación estaba revuelta, especialmente el escritorio del mandatario, pero nadie más en la residencia resultó herido salvo su esposa, Martine. Su hija mayor logró escapar, mientras que uno de los dos hijos apareció atado y amordazado junto a una sirvienta. A la primera dama la trasladaron en avioneta a un hospital de Miami en el que trataron varios impactos de bala en el abdomen y una «larga herida en el brazo». Según el gobierno haitiano, se encuentra fuera de peligro.

No pueden decir lo mismo los 17 detenidos -15 de nacionalidad colombiana y dos estadounidenses-, dos de los cuales fueron entregados por una turba enardecida que los encontró escondidos entre los arbustos «hablando español», dijeron. «¡Quemaron al presidente y ahora los vamos a quemar nosotros a ellos», gritaban. Cumplieron sus amenazas metiendo fuego a tres de los vehículos que les atribuyeron, para frustración del jefe de policía Léon Charles, que vio arder pruebas potenciales.

«Necesitamos saber quién asesinó al presidente», se quejó en la conferencia de prensa en la que hizo un llamado a la calma. «Tenemos a los autores físicos, ahora buscamos a los intelectuales. Gracias por su colaboración, váyanse a casa, la Dirección General de Policía los interrogará».

Charles explicó que la persecución que se inició poco después del asesinato derivó en un intenso tiroteo en el que los mercenarios tomaron a dos policías como rehenes, lo que resultó en cuatro muertos y seis detenidos. Dos de estos últimos eran haitianos residentes en el sur de Florida, uno de ellos con nacionalidad estadounidense, explicó después a varios medios el ministro de elecciones Mathias Pierre, que identificó al estadounidense como James Solages, nacido en Jacmel (sur de Haiti) y residente en Fort Lauderdale (Florida), donde dice ser filántropo y ayudar a niños haitianos. El otro haitiano residente en el área de Miami fue identificado como Joseph Vincent, de 56 años, según el diario Miami Herald.

Le Nouvelliste sostenía que «la caza» de extranjeros «aparentemente hispanos» continúa salvajemente en la capital haitiana, donde se han cerrado el aeropuerto y las fronteras. Se cree que el comando estaba compuesto por 28 mercenarios armados con ametralladoras de alto calibre que hablaban entre ellos inglés y español. Entraron en la residencia al grito de «¡Operativo de la DEA, todo el mundo al suelo», lo cual no resuelve el misterio, porque nadie cree ni por un minuto que fuese obra de la agencia antidrogas estadounidense. «Eran asesinos entrenados profesionalmente», aseguró Bocchit Edmond, embajador de Haití en Estados Unidos.

Moïse se había convertido en un nuevo dictador desde que el año pasado disolvió el Parlamento y empezó a gobernar por decreto. En febrero pasado detuvo a 21 altos cargos y miembros del gobierno con el argumento de abortar un golpe de estado, incluyendo al presidente del Tribunal Supremo. Su sustituto era el primero en línea sucesoria, que precisamente falleció la semana pasada de Covid-19. Entre los escándalos de corrupción, el repunte de la violencia y el control de las mafias, Moïse tenía muchos enemigos, pero «hay poca gente en el país con capacidad para perpetrar algo así», dijo el embajador haitiano.

A falta de ejército, la Policía Nacional a la que se acusa de contubernio con las mafias está ahora en control. El primer ministro Claude Joseph, que acababa de ser sustituido el día antes, se ha declarado presidente interino y ha asegurado a la enviada de la ONU que seguirá con los planes de celebrar elecciones el 26 de septiembre, por lo que La Lime defendió su permanencia provisional en el cargo ayer ante el Consejo de Seguridad, pese a ser considerado ilegítimo en Haití. De las elecciones no sólo saldrá un nuevo gobierno sino que se votará una nueva Constitución para eliminar su figura y transformarla en la de vicepresidente, en lo que se consideraba una maniobra de Moïse para amasar el poder y legitimar su permanencia.

Eran muchas las voces que no le daban credibilidad para celebrar unas elecciones limpias, mucho menos a su interino, el primer ministro que acababa de destituir. «Las autoridades haitianas deberían pedir asistencia internacional para que se conduzca con celeridad una investigación imparcial del asesinato del presidente y de otros recientes actos de violencia que incluían la muerte de dos periodistas y otros activistas de derechos humanos en Puerto Príncipe», dijo en un comunicado Human Rights Watch.

Los diarios The Washington Post y Miami Herald iban mucho más lejos en sus editoriales de ayer al pedir «una rápida y musculosa intervención» de EE UU, decía el primero, con apoyo de las organizaciones internacionales, para enfrentar la inmediata amenaza humanitaria y el reto a la estabilidad internacional. «Es hora de salir de la barrera, inmediatamente», decidió el Herald.

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