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Canadá alcanza ya 500 muertes en plena ola de calor

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Un avión trata de sofocar un incendio junto a una transitada autopista en California, cerca de la ciudad de Shasta Lake. / EP

Las autoridades achacan la mayoría de óbitos a las altas temperaturas, que mantienen bajo alerta a millones de personas en una Norteamérica ahora asolada por los incendios

Norteamérica sigue esperando la lluvia mientras se hunde en una tragedia sin precedentes. Las altas temperaturas, de
hasta 49,6 grados en la localidad canadiense de Lytton, abrasan inexorablemente el oeste de este país y el noroeste de Estados Unidos, donde
millones de personas se encuentran en estado de alerta y muchas de ellas han debido buscar refugio en centros climatizados instalados apresuradamente en ciudades como Vancouver, Calgary, Seattle o Portland, en el Estado de Oregón donde ayer sus autoridades informaron de
65 fallecimientos atribuibles al calor.

El drama es muy grave en Columbia Británica, epicentro durante los últimos días de la
‘olla a presión’, como llaman coloquialmente los expertos a este fenómeno térmico causado por las altas presiones. También se le conoce como el Domo por actuar a modo de gran cúpula que atrapa el aire y no lo deja salir de su interior.

Un total de 486 ciudadanos han perdido la vida desde el viernes y hasta el miércoles en coincidencia con las jornadas más abrasadoras. Los forenses atribuyen la inmensa mayoría de las defunciones a episodios de muerte súbita por hipertermia ya que su número supera de largo el promedio habitual de mortalidad en esta zona de Canadá.

Su primer ministro,
John Horgan, declaró que se trata de la «semana más calurosa que los habitantes de Columbia Británica han experimentado» y ha generado
«consecuencias desastrosas para las familias y las comunidades». Entre las víctimas mortales sobresalen los
mayores de 60 años y personas que vivían en domicilios mal ventilados o con escasa protección frente al calor. En algunos casos, cuando los servicios de emergencia entraron en las viviendas se toparon con el aliento del infierno y habitaciones a 50 grados centígrados.

Para decenas de miles de canadienses la sorpresa es que los termómetros se han disparado incluso en ciudades como Calgary y que el calor ha ascendido muy al norte. Los meteorólogos consideran que
Columbia, Yukón y otras áreas afectadas están sometidas a valores hasta 20 grados por encima de lo normal en esta época. Se suceden los incendios y las inundaciones y unos 3.000 habitantes del idílico valle de Pemberton debieron ser evacuados ayer por la subida del nivel de los ríos debido al repentino deshielo en las montañas.

Los ‘hombres del tiempo’ pronostican que
el fortísimo calor podría disiparse progresivamente este fin de semana, pero el terror lo desatan ya los incendios forestales a ambos lados de la frontera, iluminada por cielos naranjas y atravesada por densas nubes de humo. Los
36 frentes abiertos por las llamas se han multiplicado en Canadá y EE UU, alimentados por el ambiente extremadamente seco, las tormentas y un potente y tórrido viento capaz de transformar los árboles en combustible. Basta un dato para confirmar que Norteamérica es una caldera:
el suelo en la localidad estadounidense de Wenatchee llegó el miércoles a alcanzar los 63 grados.

Una ciudad calcinada

Lytton, la población de Columbia que hace dos días pasó también a la historia climática de Canadá por registrar 49,6 grados (y está bastante más al norte que París), tampoco existe ya. Al menos no toda.
Los fuegos forestales han engullido gran parte de la villa mientras sus escasos habitantes eran desalojados. «Todo el pueblo está en llamas. Habían pasado apenas 15 minutos desde la primera señal de humo y, de golpe, había fuego por todas partes», contó ayer su alcalde, Jan Polderman.

El presidente de EE UU, Joe Biden, quien afirmó ayer que el riesgo «es más grande que nunca», mantuvo una reunión virtual con los gobernadores de una decena de Estados afectados por los incendios. En el país han muerto 76 personas aparentemente por el calor y
no se descarta que haya más cuando los bomberos entren en las zonas boscosas arrasadas por el fuego. En 2020 el fuego acabó con cuatro millones de hectáreas de campos y parques.

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