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Casi 200 pruebas nucleares en la Polinesia en 30 años

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  • Las mujeres de la región “tienen las tasas de cáncer de tiroides más altas del mundo” debido a la radiación

Durante su visita a la Polinesia, Macron ha abordado el legado de las pruebas nucleares realizadas entre 1966 y 1996 por Francia, una fuente de profundo resentimiento para los residentes del extenso archipiélago de más de 100 islas, situado a medio camino entre México y Australia. Y es que estos ensayos son considerados como una muestra de las actitudes coloniales racistas que desprecian la vida de los isleños.

Francia realizó, entre 1966 y 1996, un total de 193 pruebas nucleares en los atolones de Mururoa y Fangataufa, en el Pacífico Sur. Según el Organismo Internacional de la Energía Atómica fueron 15 pruebas de seguridad y 178 ensayos de armas nucleares. De estas, 41 fueron atmosféricas y el resto submarinas.

La última prueba fue en enero de 1996, cuando el presidente Jacques Chirac, anuló la moratoria decidida por su antecesor, François Mitterrand. Meses más tarde, en septiembre, firmó  el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos nucleares (TICE), que París ratificó en 1998.

Entre las esperanzas de los isleños estaba que Macron pidiese disculpas y que confirmase la compensación a las víctimas de la radiación. “Esperamos una disculpa del presidente”, dijo Auguste Uebe Carlson, director de la Asociación de Víctimas de las 193 Pruebas Nucleares. “Al igual que ha reconocido como un crimen la colonización que tuvo lugar en Argelia, también esperamos que declare que fue criminal y que es una forma de colonización vinculada a la energía nuclear lo que ocurrió aquí en el Pacífico”, destaca. Ya en 2016, el presidente François Hollande reconoció el impacto medioambiental de los ensayos, las consecuencias sanitarias y el derecho de reparación de los habitantes, que aún no han llegado.

Las recientes publicaciones han avivado las protestas en Polinesia, la última la semana pasada en el aniversario de un ensayo del 17 de julio de 1974 que acabó mal: la explosión no tuvo lugar en la dirección prevista (en el Pacífico), el champiñón atómico llegó hasta los 5.200 metros de altura, en lugar de los 8.000 calculados, y la nube tóxica tocó la isla de Tahití y otras islas habitadas. Pese a que el Ejército sabía los efectos que las masas de aire que llegaban a Tahití podrían tener, las autoridades decidieron no hacer nada ni pedir a la población que se resguardara o suspender el consumo de agua o leche.

Indemnización a las víctimas

Aunque Macron no ha pedido perdón en sí, sí que ha asegurado que se mejorará la tramitación de los expedientes para que el proceso de indemnización pueda acelerarse. A principios de julio una serie de funcionarios franceses negaron cualquier encubrimiento de la exposición a la radiación en una reunión con los delegados del territorio semiautónomo encabezados por el presidente Edouard Fritch. La reunión se produjo después de que el sitio web de investigación francés Disclose informara en marzo de que el impacto de la lluvia radiactiva era mucho mayor de lo que las autoridades habían reconocido, citando documentos militares franceses sobre las 193 pruebas.

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Hasta ahora solo 63 civiles polinesios han sido compensados por la exposición a la radiación desde que las pruebas terminaron en 1996, como ha precisado Disclose, estimando que más de 100.000 personas pueden haber sido contaminadas en total, con consecuencias como la leucemia, linfomas u otros cánceres. Patrick Galenon, expresidente del sistema de seguridad social del territorio CPS, indicó que las mujeres polinesias de entre 40 y 50 años “tienen las tasas de cáncer de tiroides más altas del mundo”. Calcula que la CPS ha gastado 790 millones de dólares para tratar las enfermedades causadas por la radiación desde 1985. Además, la seguridad social local reclama al Estado 670 millones de euros en concepto de reembolso por los tratamientos de enfermedades derivadas de las radiaciones.

Muchos barajan la opción de llevar a Francia contra el Tribunal Penal Internacional y acusan al país de crímenes contra la humanidad. “Emmanuel Macron no puede venir aquí tranquilamente: estaremos ahí para recordarle la historia de este país, una historia de genocidio para este pueblo”, termina Uebe Carlson.

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