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Diez años después, Israel rememora con desilusión su propio 15-M

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  • Tras una década, el movimiento por una vivienda más económica lamenta unos precios que no paran de subir y la inacción del Gobierno para remediar una situación crítica

  • La ciudad de Tel Aviv, cuyo bulevar Rothschild fue el epicentro de la protesta con acampadas jóvenes, es la séptima más cara del mundo, a la par que Nueva York

Apenas se veía la hierba que caracteriza al bulevar Rothschild. Colchones, tiendas y pancartas exigiendo una vivienda digna cubrían de norte a sur esta famosa avenida de Tel Aviv. Desde los edificios, bajaban familias jóvenes con criaturas para participar del debate público que ha dominado las calles o disfrutar de la comida popular que habían organizado los manifestantes. Era el 2011 y la juventud mundial lideraba la revolución. También en Israel. Una década después, de los mismos balcones del bulevar cuelga el logo del nuevo hotel boutique o de las viviendas de lujo ofertadas a los trabajadores de las startups millonarias. En la hierba, un cartel: “Prohibido pisar”.

Hace diez años, la videógrafa Daphni Leef plantó su tienda de campaña en Rothschild al verse expulsada del mercado del alquiler. A sus 25 años, convocó a sus conocidos a hacer lo mismo con una publicación en Facebook. “Fue como un Big Bang para nuestra generación, despertamos y empezamos a hacernos preguntas”, cuenta a EL PERIÓDICO. “De repente, nos dimos cuenta que algo no estaba funcionando y que no podíamos proyectar ninguna imagen de futuro”, rememora. 

Miles de personas alrededor del país apoyaron el movimiento por una vivienda económica, y centenares de ellas bajaron a instalarse junto a Leef. Mientras se sucedían revoluciones en los países árabes y en las plazas españolas, Israel vivía el movimiento social más masivo en toda su historia. “Fueron protestas sin precedentes en envergadura”, recuerda nostálgico Manuel Trajtenberg, economista y manifestante hace diez años. “Durante dos meses, las manifestaciones llevaron a medio millón de personas a las calles, al 6% de la población”, apunta. 

Sistema fallido

Ante la fuerza del movimiento, el Gobierno de entonces de Binyamin Netanyahu nombró a una comisión de expertos dirigida por Trajtenberg. “Trabajamos de forma intensiva durante siete semanas para producir recomendaciones económicas pero a la vez, hicimos algo sin precedentes al establecer un diálogo con los manifestantes”, celebra recordando ese momento histórico. “Lo sorprendente fue que era la clase media quién estaba en las calles, familias jóvenes que hicieron todo según les dijeron: estudiaron, trabajaron y formaron familias, pero de repente descubrieron que a pesar de todo, no pueden llegar a final de mes en un país en crecimiento económico”, añade Trajtenberg. 

En este tsunami global, los manifestantes exigían mayor justicia social, una democracia participativa y más servicios públicos. “Se trataba de la situación financiera pero también sobre el hecho de que como generación, se nos enseñó a funcionar a través de un sistema y este sistema se estaba desmoronando”, explica Leef. Diez años después, los precios son más elevados que nunca, sobre todo en ese bulevar Rothschild que una vez se atrevió a soñar. Tel Aviv es la séptima ciudad más cara del mundo, al mismo nivel que Nueva York.

Tel Aviv para los ricos

Shahd Shahbari tiene 25 años y hace seis que vive en Tel Aviv. “Por culpa de los astronómicos alquileres, me veo forzada a repensar toda mi carrera y mi situación de vida”, lamenta a este diario. Ahora vive con dos compañeras de piso pero le gustaría vivir sola cuando expire su contrato en septiembre. “Cualquier apartamento tipo estudio en la ciudad y alrededores cuesta unos 3.000 shekels (773 euros) sin incluir los gastos, lo cual es muy caro, y estoy hablando de viejos apartamentos de apenas 20 metros cuadrados”, denuncia. “Tal vez deba mudarme a Haifa, allí los precios son un poco más razonables”, reconoce. 

Tel Aviv se convierte así en una ciudad que solo los millonarios pueden llamar hogar. Y tampoco la situación es muy distinta en el resto del país. “Cuando uno mira atrás, hay una gran desilusión por parte de la protesta social ya que los precios de la vivienda siguieron subiendo hasta duplicarse en la actualidad”, reconoce Trajtenberg. Muchos jóvenes, como Shahbari, y no tan jóvenes se ven forzados a emigrar. Algunos incluso optan por una opción de vida más rural y económica en un kibbutz.

Expectativas y desengaños

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“Es un fastidio, me gusta mucho Tel Aviv y lo considero mi hogar”, lamenta Shahbari. Pese a que las protestas de hace una década impulsaron la cuestión de la vivienda a la agenda mediática, los 12 años de gobierno de Netanyahu no mejoraron la situación. “Hay mucha expectativa de que el nuevo Gobierno se centre en retomar el curso y fomentar políticas económicas y sociales, ya que es en donde encuentran más consensos”, analiza Trajtenberg para EL PERIÓDICO. 

Pero la esperanza de quienes estuvieron hace diez años durmiendo sobre la hierba no paga el alquiler. “Los jóvenes de las nuevas generaciones que no participaron en las protestas quieren hacerlo mejor”, apunta Leef. La intención es incapaz de remediar años de un mercado sin regular. “Hace una década, no se hizo suficiente y ahora mis hijas millennials están pagando el precio”, se queja Trajtenberg. A Shahd apenas le quedan ilusiones para seguir con la búsqueda de piso. “Sinceramente no veo ninguna mejora en el futuro próximo”, dice con una dosis de realidad fruto de meses de desengaños.

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