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Dimite la número dos del gobernador de Nueva York por el escándalo sexual

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Melissa DeRosa, junto a Andreu Coumo. / EFE

El informe que verifica las acusaciones de acoso contra Cuomo convierten a su asesora en cómplice del «ambiente tóxico» que reina en su oficina

Andrew Cuomo es un cadáver político. Su partido le ha abandonado, sus colaboradores también. La Asamblea de Nueva York tenía previsto anoche iniciar el proceso de ‘impeachment’ contra el gobernador que lleva una década en el poder, durante la cual ha sido acusado por al menos once mujeres de acoso sexual. Cuomo tiene los días contados, las ratas saltan del barco.

Su segunda de a bordo, Melissa DeRosa, de 38 años, presentó su dimisión el domingo con las típicas palabras de cortesía, sin mencionar el nombre de su jefe y deslizando apenas una frase sobre lo «emocionalmente y mentalmente agotadores» que han resultado los últimos dos años. La mujer que se sentó a su derecha en cada una de las conferencias de prensa que le convirtieron en el «gobernador de América» durante lo peor de la pandemia no era ni mucho menos como Ghislaine Maxwell para Jeffrey Epstein, pero se la mencionaba 187 veces en el informe de 165 páginas que ha servido para apuntalar su ataúd político.

Según el retrato que han hecho los investigadores independientes, a petición de la Fiscalía de Nueva York que ostenta su propio partido, DeRosa era la mano que implementaba el «ambiente tóxico» que reinaba en la oficina del Gobernador. Había entrado a trabajar con él como directora de comunicación en 2013 y dos años después fue ascendida a jefa de gabinete, la primera mujer en llegar a ese puesto y una de las más jóvenes en ocuparlo.

Hoy su carrera política está en un brete. Nadie quiere ser asociado ya con el gobernador de Nueva York, pero menos ser su mano derecha y haberle ayudado a manchar la reputación de las víctimas, como sostiene el informe.

Sin duda hubiera preferido que se la recordase por impulsar la subida del salario mínimo en el Estado a 15 dólares la hora, pero en lugar de eso la imagen que perdurará será el momento en el que, según los testigos, dijo al gobernador «no me puedo creer que hayas sido capaz de ponerte en una situación en la que haya cualquier versión de esa conversación». Se refería a la acusación de Charlotte Bennett, una ayudante de 26 años a la que, entre otras cosas, Cuomo preguntó si era monógama y si tenía sexo con hombres mayores. Por supuesto, el gobernador sostiene que sólo trataba de ayudarla a superar sus traumas como superviviente de abusos sexuales.

Una ambigua protección

Después de amonestarle con esa frase, DeRosa se bajó del coche oficial, parado en un semáforo, e implementó en la oficina una regla que prohibía dejar al gobernador solo en presencia de mujeres más jóvenes, con el objetivo de protegerle de nuevas acusaciones de acoso sexual. Los investigadores lo han interpretado como una política «para protegerle de sí mismo».

La prestigiosa columnista de ‘The New York Times’ Maureen Dowd comparaba el domingo el drama de la oficina de Albany con la novela británica del siglo XVIII ‘Pamela, o la virtud recompensada’. En ella el escritor Samuel Richardson describía la angustia de una joven sirvienta continuamente acosada por el poderoso hombre para el que trabajaba. «En el pasaje más estremecedor el ama de llaves sostiene a Pamela en la cama mientras el señor intenta hacérselo con la adolescente», escribió la columnista. «Siempre ha habido mujeres que ayudan a los hombres a cazar».

Después de esa comparación, a DeRosa no le queda más que esconderse tanto como el gobernador y esperar a que pase la tormenta. A Cuomo no se le ha visto en persona desde que se hizo público el informe el martes pasado, a pesar de que hay cámaras apostadas a la puerta de su mansión las 24 horas.

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