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El gobernador de Nueva York sucumbe a las acusaciones de acoso

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Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, en una imagen de archivo. / EFE/ Vídeo: E. P.

Andrew Cuomo dimite incapaz de hacer frente a las declaraciones de once mujeres y doscientos testigos que describieron como «tóxico» el ambiente de su oficina

Andrew Cuomo se resistió hasta el final. Pocos recuerdan haberle visto rendirse ante una pelea. Cuanto más difícil, más le ponía. El gobernador de Nueva York, primogénito de una casta política, era un pitbull con pocos amigos que cuando le hincaba el diente a algo no lo soltaba, pero este martes tuvo que renunciar al puesto que ha mantenido durante toda una década y, probablemente, a su carrera política.

La dimisión que anunció, efectiva dentro de 14 días, no acarreaba ninguna admisión de culpabilidad, salvo «no haber entendido cuánto ha cambiado la percepción del espacio personal». Una excusa que resultaba ofensiva para las once mujeres que le han acusado de acoso sexual y para todo el movimiento del #MeToo. Cuomo se va, pero quiere llevase consigo su reputación y, de camino, ganarse a los que piensan que nunca hicieron nada malo, simplemente les han cambiado las reglas del juego social.

«Yo pensaba que dar un abrazo y echarle los brazos por encima a mis empleados mientras nos tomábamos una foto era algo amistoso, pero ella lo encontró demasiado directo», entonó Cuomo. «Le di un beso a una mujer en la mejilla en una boda pensando que era amable, pero ella sintió que era muy agresivo. Se me ha escapado algunas veces llamar a la gente cariño, encanto y querida. Yo pensaba que era adorable, pero las mujeres lo encontraban pasado de moda».

Cuomo le pidió perdón a esas once mujeres a las que, reconoce, ha «ofendido profundamente» pero por lo que a su parecer solo fue un malentendido, él «nunca cruzó la raya con nadie», aunque la investigación independiente que encargó la fiscal de su propio partido en Nueva York, Letitia James no muestra lo mismo. En el «ambiente tóxico» de su oficina todo el mundo sabía que poner una chica joven y guapa en su ámbito traía problemas. El gobernador no sólo las miraba de arriba abajo constantemente y les pedía ponerse vestidos para »enseñar más piernas». Los besos y abrazos cada vez eran más apretados y pasaban de la mejilla a los labios. Como las manos acababan metiéndose debajo de la blusa o acariciando el trasero.

A solas, el jefe interrogaba a las chicas jóvenes sobre su vida privada. Empezaba por preguntarles dónde iban los fines de semana, si estaban casadas, si estaban abiertas a relaciones extramaritales, si su marido era celoso y si alguna vez se acostaban con hombres mayores. Ninguna tenia duda de que lo que querían era acostarse con ellas. «Estos no eran abrazos como los que le daba a su madre o su hermano, sino abrazos con la intención de obtener una satisfacción sexual», contó a CBS entre lágrimas Brittany Commisso, citada en el informe como «Asistente Ejecutiva #1».

Ataúd polírico

En su comparecencia de dimisión, la primera desde que vio la luz el informe que ha puesto los clavos a su ataúd político, el gobernador ha enfrentado también una de las acusaciones más dañinas: La mujer policía asignada a su seguridad a la que pasaba el dedo por la nuca hasta la espina dorsal cuando se ponía delante suya en el ascensor y acariciaba el vientre al pasar mientras le aguantaba la puerta.

«En los actos públicos los policías estatales a menudo me aguantas la puerta o la custodian, y cuando paso por delante de ellos a veces les doy una palmadita en el hombro, les agarro el brazo, o les toco el estómago», explicó. «Es mi forma de decir ‘te veo y te aprecio, gracias’. No me siento cómodo simplemente pasando por delante de ellos. Pero claro, normalmente son hombres».

Así de indignante eran las excusas del Gobernador, que la víspera intentaba negociar con su partido que le dejaran terminar el mandato a cambio de no presentarse a la reelección. El lunes la bancada demócrata dejó claro que no toleraría más su conducta. El proceso de ‘impeachment’ tardaría meses y los embarraría todo, como admitió el propio Cuomo. «En nuestro sistema político hoy, a menudo dirigido por los extremos, la precipitación ha reemplazado a la congruencia, el ruido a la validez y Twitter se ha convertido en la plaza pública para el debate político» acusó.

Con ese epitafio espera salvar la cara para retomar su carrera cuando las aguas se calmen.

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