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Ghani se atrinchera en un Kabul cercado

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Un avión comercial se dispone a despegar ayer de Kabul junto a dos aernonaves militares de Estados Unidos. / AFP

Los rebeldes siguen su avance imparable, llegan al centro de la segunda ciudad del país, Mazar-e-Sharif, y rodean la capital

El anuncio de un mensaje televisado de Ashraf Ghani a la nación encendió ayer las alarmas sobre una posible renuncia del presidente afgano. Todo lo contrario. Tras la pérdida del control de 21 de las 34 capitales de provincia del país, la última la estratégica Mazar-e-Sharif, y con los talibanes a las puertas de Kabul, Ghani se puso ante las cámaras para anunciar que «he iniciado consultas» que «avanzan rápidamente» en el Gobierno, con líderes políticos, socios internacionales, para encontrar «una solución política que aporte paz y estabilidad al pueblo afgano».

Pese a que la mayor parte de las ciudades caen sin apenas resistencia del Ejército y los insurgentes han conseguido en una semana reconquistar la mayor parte del territorio, el máximo dirigente del país se mostró «orgulloso» de su papel, aunque admitió que «la removilización de nuestras fuerzas de seguridad y defensa es nuestra prioridad número uno». El mandatario no ofreció como conseguirá el dificilísimo objetivo de reunir a las tropas locales para hacer frente a los rebeldes, pero dijo que «se han tomado serias medidas al respecto»

Ghani no dimite –en su comparecencia televisada ni siquiera hizo mención a esa posibilidad–, pero su poder apenas traspasa los muros del palacio presidencial. Sus palabras tampoco tienen efecto en una parte de la población en estado de pánico, ni en una economía en caída libre con los precios disparados y la moneda nacional perdiendo cada día valor ante el dólar. Sus dos gobernadores más fieles fueron los primeros en rendirse y pactar con los talibanes la entrega de sus provincias a cambio de una salida segura; su ministro de Economía, Jalid Payenda, presentó la dimisión y dejó el país; y el presidente estadounidense, Joe Biden, no hace el menor caso a su propuesta de exigir un alto el fuego a los talibanes a cambio de la formación de un Gobierno de transición.

«Se ha quedado solo. Debe dimitir, no le queda otra salida, pero parece que se niega a reconocer la realidad de los hechos», advierte Torhek Farhadi, exasesor de Hamid Karzai para quien Ghani se ha convertido en «una figura polarizadora». El exministro de Economía, Omar Zakhilwal, recurrió a las redes sociales para lamentar que «miles de soldados se rinden sin pelear porque han decidido que no merece la pena morir por Ghani».

Un nuevo asalto

A la espera de la batalla por Kabul, Mazar-e-Sharif, segunda ciudad del país y principal punto comercial del norte, es el objetivo inmediato de unos talibanes que durante la noche del viernes y la madrugada de ayer lanzaron una gran operación que habría conseguido llegar al centro urbano. Las milicias leales a Abdul Rashid Dostum y Atta Muhammad Noor, dos señores de la guerra de la vieja Alianza del Norte, son las únicos encargados de la defensa. Pocos dudan de que la caída de Mazar-e-Sharif va a suponer el primer paso de la caída de una Kabul a la que cada vez llegan más desplazados y de la que cada vez huyen más internacionales, caso de las misiones diplomáticas de Dinamarca, Finlandia, Noruega o España.

Con un Ejército desaparecido, los señores de la guerra son el último recurso del Gobierno de Kabul, pero como se vio en Herat a comienzos de semana con Ismael Khan, el conocido como ‘León’, tampoco son capaces de grandes gestas sin el apoyo aéreo estadounidense. Khan tuvo que rendirse y ahora está en manos de la insurgencia, un camino que pueden seguir Dostum y Noor si no optan antes por huir a Uzbekistán.

Mientras el Gobierno de Ghani hace esfuerzos postreros para intentar salvar lo que ya se da por inevitable, la comunidad internacional centra sus esfuerzos en sacar a sus compatriotas, colaboradores afganos y todos los ciudadanos extranjeros de Afganistán. Los gobiernos europeos aceleran a cada hora que pasa los preparativos de la evacuación, incluidos el español o el alemán, cuyo Parlamento autorizará posiblemente mañana o el martes el envió de tropas paracaidistas para el rescate de un centenar de compatriotas.

Temeroso de que los talibanes conquisten Kabul de forma casi inmediata y aislen la capital del exterior, la Casa Blanca ha acelerado también su operativo. Aunque se esperaba la llegada de los 3.000 militares que custodiarán la evacuación para hoy, el Pentágono ya envió un primer contingente el viernes y ayer aterrizó otra parte de su fuerza de rescate. Bill Urban, portavoz del Comando Central de Estados Unidos, informó que los soldados «continúan» llegando, pero no especificó el número de profesionales que ya está sobre el terreno ni si habían comenzado las evacuaciones.

El dispositivo estadounidense tiene capacidad para trasladar a «miles de personas al día», según el portavoz del Pentágono, John Kirby. Y harán falta. Hasta esta semana, casi 4.200 personas seguían trabajando en la embajada estadounidense en Kabul, que la Casa Blanca ha decidido cerrar por motivos de seguridad. Además, el Pentágono calcula que tendrá que deberá desalojar al menos a otras 26.000 personas, la mayoría traductores, mecánicos, conductores y guías que han colaborado con Estados Unidos durante la invasión y que saldrán con sus familias para evitar una eventual venganza de los talibanes.

La fecha límite para la retirada completa de los estadounidenses es el día 31, pero diversas fuentes creen que se adelantará en vista de la previsible e inminente caída de Kabul. EE UU ha estacionado tropas de acción rápida en Kuwait por si debiera desplazarse rápidamente a Afganistán si la situación bélica se complica.

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