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La reforma de los alquileres tumba al Gobierno de Suecia

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El presidente Löfven a la salida del Parlamento sueco. / Ruters

El Partido de Izquierda y las formaciones de la derecha y ultraderecha reprueban al socialdemócrata Stefan Löfven al perder una moción de censura y abren una crisis histórica

Suecia vivió este lunes un episodio inédito en su historia con la derrota por primera vez de un primer ministro
como consecuencia de una moción de censura. Stefan Löfven encajó la reprobación de 181 de los 349 miembros del Parlamento y precipitó al vacío a todo un Gobierno debido a un asunto que, sorprendentemente, no parecía tener la consideración de una crisis política explosiva: la reforma de los alquileres.

La forma en que el Ejecutivo socialdemócrata se ve abocado a su final es también la muestra de cómo se ha comportado desde enero de 2019. En minoría, coaligado con Los Verdes, ha padecido una fragilidad constante y una importante dependencia de los dos grupos centristas que facilitaron la investidura del primer ministro. El Partido de la Izquierda, que apoyó con su neutralidad la formación de aquel gabinete, ha sido
ahora el promotor de su desplome. Disconforme con el alejamiento del Gobierno respecto al pacto de los alquileres, promovió una moción de censura a la que ayer se sumó el arco de la derecha, Conservadores, Socialdemócratas y Demócratas de Suecia (formación ésta de extrema derecha). En los últimos 45 años el Ejecutivo se ha enfrentado al menos a seis crisis profundas –las tres más importantes por el debate sobre la energía nuclear y las dos restantes por la congelación de salarios y pensiones– y una docena de mociones contra ministros –normalmente, sin efecto–, pero esta es la primera en la que se ‘expulsa’ al jefe de Gobierno.

A Löfven se le abre ahora una semana de vértigo, en la que debe decidir si convoca elecciones anticipadas o renuncia a su puesto y deja vía libre a que el presidente del Parlamento inicie la clásica ronda de partidos
en busca de una nueva mayoría. La solución se sabrá posiblemente antes del jueves o viernes, en que está convocada una reunión de líderes gubernamentales en la UE. En caso de que hubiera comicios, serían los primeros anticipados desde 1958. Eso sí, la nueva legislatura sería corta. A finales de 2022 hay convocadas elecciones generales y unas anticipadas no pueden solaparse por encima de éstas.

El fin de la estabilidad

En realidad, la reprobación del primer ministro es todo un misil a la aparente estabilidad sueca y, por extensión, a la pacífica imagen de la poco ruidosa política nórdica, poco proclive a las erupciones al exterior, pero recorrida por potentes corrientes de
magma subterráneas. Cabe recordar que también el Gobierno de Países Bajos vive sumergido en su propia crisis desde el 1 de abril cuando su primer ministro, Mark Rutte, fue capaz de superar ‘in extremis’ una moción de censura, pero no una falta de credibilidad que mina la confianza del resto de formaciones a la hora de tejer alianzas.

Tanto en Suecia como en Países Bajos es significativo el papel de la ultraderecha, cuyo suelo se ha ampliado en las últimas citas electorales en una tendencia a la que no
son ajenos otros países de Europa. Su representación ha sido clave en Suecia, donde a Löfven le han enseñado la puerta de salida por seis diputados de diferencia. En Holanda, la extrema derecha ocupa 28 de los 150 escaños del Parlamento; una influencia que sería reducida en otro tipo de Cámara, pero no en la neerlandesa, extraordinariamente fragmentada en diecisiete formaciones.

El detonante del desplome del Ejecutivo radica en su propuesta de liberalizar los alquileres en las viviendas nuevas de Suecia. Hasta ahora, las rentas en el país se acuerdan entre el colectivo de
propietarios e inquilinos y cualquier cambio de ese pacto –firmado en enero de 2019 y que formaba parte del paquete de compromisos para facilitar la investidura del primer ministro– contaba con el rechazo del Partido de la Izquierda, que finalmente ha llevado su decisión hasta la moción. Algunos analistas consideraban ya el conflicto sueco como un ejemplo del «riesgo de los absolutismos», procedan de un extremo u otro.

Exceso de confianza

Algunos analistas vislumbraban en la derrota ayer del Gobierno sueco un cambio de tendencia en los usos de la política respecto al equilibrio convencional y bipartidista de hace unos años. Al primer ministro holandés, Mark Rutte, le ha pasado factura la amplia fragmentación del Parlamento tras conocerse, en esencia, que mintió en un conflicto con un diputado. Renovar la confianza de diecisiete partidos, o al menos de una mayoría que le concedan el refrendo suficiente, es tarea harto difícil para este político, azote de España e Italia durante el diseño del plan de recuperación económica de la UE para afrontar la crisis de la pandemia.

Con Löfven parece ocurrir algo parecido, cuando las ideologías o las coaliciones se ponen por encima de los compromisos. Los medios de comunicación le atribuyen haber tenido un exceso de confianza en que el Partido de la Izquierda acabaría asumiendo por la fuerza de los hechos la iniciativa del Ejecutivo de liberalizar los alquileres en las nuevas viviendas. Era aceptarlo o acabar en el Parlamento presentando una moción que secundaría toda la derecha. Lo que al final sucedió.

Las críticas contra el primer ministro también han surgido desde las filas demócratas. Para sus detractores, su reprobación es consecuencia de haber minusvalorado las advertencias de la formación dirigida por Nooshi Dadgostar, que hasta 1990 llevaba el nombre de Partido de la Izquierda-Comunistas. El jueves el Gobierno envió a conversar con sus dirigentes a un ministro y otros altos cargos como si se tratara de una una reunión de nivel medio. Y tampoco profundizó en el diálogo para llegar a una solución este fin de semana, cuando la moción ya estaba programada. Dadgostar aseguró ayer ante los parlamentarios que la censura no se presentaba «a la ligera». «Cuando nadie más quiere contribuir a la solución, hemos terminado», setenció para dejar claro que se trataba de su último recurso ante el rechazo del Ejecutivo a dar marcha atrás a la reforma.

La reprobación de Löfven abre un periodo de incertidumbre en la política sueca que puede llegar incluso al Consejo de la UE. Las opciones son convocar elecciones o dejar que el presidente del Parlamento abra consultas entre los partidos. Al propio Löfven le quedaría una vía para tratar de volver a la casilla de salida: convocar elecciones y presentarse él mismo como candidato socialdemócrata. El Partido de la Izquierda, paradojas de la política, ya ha anunciado que podría apoyarle.

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