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los fantasmas de una retirada que suena a un nuevo fracaso

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  • El presidente estadounidense, Joe Biden, defiende vehementemente la retirada total del país asiático, que adelanta al 31 de agosto

Muchos fantasmas rodean a la retirada de Estados Unidos de Afganistán. Están los del pasado, como Vietnam, pero, sobre todo, están los del presente y el futuro. El avance de los talibanes se intensifica y han conquistado ya un tercio del territorio, forzando el desplazamiento de miles de afganos. Los altos mandos militares de EEUU ven posible una guerra civil y la comunidad de inteligencia calcula que el Gobierno podría caer en solo seis meses o un año, abriendo una crisis humanitaria y de seguridad que bien puede convertirse en otra pesadilla política para Washington. Pese a todo, para el presidente Joe Biden no hay marcha atrás.

Este pasado jueves, en su primer discurso sobre la decisión que anunció en el mes de abril, una semana después de que las tropas estadounidenses dejaran la base de Bagram y a las 24 horas de que el Pentágono marcara la retirada como completada al 90%, el demócrata defendía vehementemente su determinación de poner fin a la guerra más larga de EEUU después de casi 20 años y fijaba el 31 de agosto como la fecha definitiva de salida, que inicialmente había puesto en el aniversario de los atentados del 11-S.

Biden rechazaba con igual vehemencia algunas críticas que han surgido, aunque su decisión tiene un respaldo generalizado tanto entre demócratas como entre republicanos y entre la población. En un país donde, según un sondeo de la agencia de noticias estadounidense Associated Press del año pasado, solo el 12% de los ciudadanos siguen de cerca las noticias sobre la presencia de EEUU en Afganistán, otra encuesta realizada tras el anuncio de Biden mostraba el 69% de aprobación frente al 29% de oposición.

“¿Mandarían a sus hijos?”

“Déjenme que pregunte a quienes quieren que nos quedemos: cuántos miles más de estadounidenses quieren poner en riesgo? ¿mandarían a sus hijos o sus hijas?”, planteaba Biden recordando una contienda que ha costado un billón de dólares y en la que han muerto más de 2.400 soldados estadounidenses y casi 21.000 han quedado heridos. “No enviaré otra generación a la guerra de Afganistán sin expectativa de lograr un resultado diferente”, decía, mostrando la certeza de que no hay una solución militar. “Veinte años de experiencia han mostrado, y la actual situación solo lo confirma, que un año más de lucha en Afganistán no es una solución sino una receta para estar ahí indefinidamente”, añadía el presidente.

El argumentario de Biden tiene varios ejes. En él entra, por ejemplo, sentirse atado por el acuerdo que en febrero de 2020 firmó Donald Trump con los talibanes. También se apoya en los análisis de su Gobierno que apuntan a que Al Qaeda y el Estado Islámico no son ahora una amenaza directa para el territorio de EEUU y al menos tardarían dos años en reconstituirse. Pero Biden, que ya en 2009 como vicepresidente de Barack Obama abogó sin éxito por una reducción de tropas, argumenta también que “EEUU no puede permitirse seguir atado a políticas creadas en respuesta al mundo como era hace 20 años”.

“Es el derecho y la responsabilidad del pueblo afgano decidir su futuro y cómo quieren llevar su país”, decía también el jueves Biden, que calificaba de “altamente improbable” que el país sea dirigido por un Gobierno “unificado”. “La única forma en que va a haber paz y seguridad en Afganistán es si idean un modus vivendi con los talibanes, y determinan cómo pueden lograr la paz”, aseguraba el mandatario, a la defensiva e irritado ante algunas preguntas de los periodistas, como la de si confía en los talibanes. “Es una pregunta estúpida”, replicó. “Confío en la capacidad de las fuerzas armadas de Afganistán, que están mejor entrenadas, mejor equipadas y son más competentes en términos de librar una guerra”, zanjó.

Derechos de las mujeres

Pese a la determinación, los problemas que se plantean ahora no escapan a la Casa Blanca. Biden ha prometido que continuarán no solo la asistencia de seguridad, para la que ha prometido 3.000 millones de dólares, sino también la civil y humanitaria y ha puesto foco especial en los derechos de las mujeres. Ha respondido también a las presiones para garantizar la seguridad de los entre 9.000 y 16.000 afganos que han colaborado con EEUU durante su presencia militar en el país, de los traductores e intérpretes a conductores. El presidente ha prometido que todos los que quieran podrán obtener visados especiales para instalarse en EEUU pero no ha dado detalles, aunque fuentes del Gobierno han explicado que la idea es que se trasladen a territorios estadounidenses como Guam y a terceros países desde los que empezar los trámites para esos visados.

La retirada plantea además otros retos para Washington en la lucha contra el terrorismo. Burns, el director de la CIA, ha admitido que la retirada va a afectar a la capacidad de EEUU de conseguir inteligencia sobre el terreno. Pero, además, Washington quedará limitado a operar sus drones o lanzar misiones desde bases lejanas en Oriente Próximo o desde los portaviones desplegados en el Golfo, algo que según reconoció en abril en el Congreso el general Kenneth McKenzie, responsable del Mando Central, va a hacer la misión de perseguir terroristas “extremadamente difícil”.

Por eso, en las últimas semana, se han intensificado las negociaciones y contactos diplomáticos al más alto nivel con seis gobiernos de Asia central, según revelaba hace unos días Politico, con la esperanza de que acepten a los afganos que colaboraron con EEUU y de que permitan estacionar tropas. Tajikistán y Uzbekistán serían las preferencias pero la influencia de Rusia y China, además de otros factores, dificulta esa posibilidad.

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Washington, además, va a mantener la autoridad para realizar ataques contra los talibanes en apoyo a las fuerzas afganas pero ni siquiera tiene finalizada la política de cómo perseguir a terroristas en el país una vez que se haya completado la retirada, según revelaba CNN, y la Administración debate también si eliminar la designación de Afganistán como zona de combate, un tecnicismo que impacta en las operaciones antiterroristas.

Biden el jueves quedaba lejos de cometer el infame error de George Bush con aquel precipitado “misión cumplida” en Irak y aunque destacaba el asesinato de Osama bin Laden y que “el terrorismo no emana de esa parte del mundo” para asegurar que en Afganistán “la misión no ha fracasado” añadía un importante e inquietante matiz: “aún”.

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