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Cuba, prioridad a la fuerza para Biden

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  • El presidente de EEUU, que se aleja de los postulados más conciliadores de Obama respecto a la isla caribeña, se había dejado llevar hasta ahora por la inercia

  • El peso político de Florida y de los cubanoestadounidenses está marcando los pasos de la Casa Blanca

Con el foco puesto en China, Rusia, Afganistán o la reconstrucción de la Alianza Atlántica, la política de la presidencia de Joe Biden hacia prácticamente toda Latinoamérica se ha movido por la inercia, también en el caso de Cuba. La Casa Blanca había dejado claro en los seis primeros meses del mandato del demócrata que ni la isla ni un potencial giro en las políticas eran una prioridad en su agenda. Las inéditas protestas ciudadanas que arrancaron el domingo pueden cambiar ahora, a la fuerza, la ecuación. Pero en la potencial política hacia Cuba de Biden no solo entran factores de política exterior sino también, con más peso si cabe, derivadas de política nacional. La resolución puede ser distinta a la que esperaban algunos, especialmente en el ala progresista del Partido Demócrata y en grupos que abogaban por recuperar las políticas de Barack Obama.

Biden, vicepresidente cuando Obama puso en marcha el histórico proceso para descongelar las relaciones con La Habana, denunció durante la campaña la política de “máxima presión” que implementó su predecesor, Donald Trump. El entonces candidato abogó por acabar con las sanciones reimpuestas por el republicano, que restringió desde el envío de remesas hasta los viajes o el comercio y dejó en mínimos la presencia diplomática en la isla, criticando que “han infligido daño en el pueblo cubano y no han hecho nada para avanzar la democracia y los derechos humanos”.

Meses sin decisiones

Con el demócrata en el Despacho Oval, no obstante, ha quedado claro que “2021 no es 2015” y que “Joe Biden no es Barack Obama en la política respecto a Cuba”, como reconocía ya en abril en la cadena CNN en españolJuan González, responsable del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional. Y aunque ya como presidente Biden prometió consultar con el Congreso y en su primer día en el cargo emitió una directiva de seguridad nacional instando a revisar el impacto de las sanciones en la respuesta de Cuba a la pandemia, esa revisión de la política hacía la isla “lleva arrastrándose meses sin decisiones”, como recuerda en una entrevista telefónica William Leo Grande, profesor y especialista en Cuba de la American University.

Washington funciona con una interina en el Departamento de Estado a cargo del Hemisferio Occidental y el nominado de Biden, Brian Nichols, ni siquiera ha sido votado aún en el comité de Asuntos Exteriores del Senado. En saco roto ha caído la carta que enviaron a la Casa Blanca en marzo 80 legisladores demócratas, que tuvo eco en otra de 100 organizaciones y organismos, instando a la Administración a “volver a la política de diálogo y normalización de relaciones” y acabar con las “crueles sanciones”. “Biden las ha mantenido así que ahora son las sanciones de Biden”, recuerda Leo Grande para añadir: “Es su política ahora, no puede seguir culpando a Trump”.

Cuba sigue además para Washington en la lista de países patrocinadores del terrorismo donde volvió a incluirla Trump en sus últimos días en el cargo en enero. El mes pasado, además, Biden renovó una clasificación separada de la isla como una de las naciones (junto a Irán, Corea del Norte, Siria y Venezuela) que no cooperan con la lucha antiterrorista de EEUU. En junio también EEUU e Israel volvieron a ser los dos únicos países que votaron contra de la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que anualmente desde 1991 pide el fin del embargo. Y el 1 de julio, en una muestra del endurecimiento de Biden respecto a Obama, el Departamento de Estado volvió a incluir una condena de las misiones médicas internacionales de Cuba en su informe sobre tráfico humano (en el que entraron por primera vez en 2010 y del que salieron con Obama).

Florida

En la inercia que ha movido hasta ahora a Biden numerosos expertos y fuentes como un cargo de la Administración que hablaba recientemente desde el anonimato con The Washington Post reconocen el peso fundamental que ha tenido en la Casa Blanca la política nacional y, especialmente, Florida. En las últimas elecciones allí ganó Trump entre la desinformación rampante entre los votantes latinos y con un mensaje de denuncia de Biden como un títere socialista que contribuyó a que el demócrata perdiera en el condado de Miami-Dade, tradicional bastión del partido, por 22 puntos respecto a Hillary Clinton.

“Tienes que pensar que la razón por la que no se ha hecho nada es por cómo tomarían un giro en política los cubanoamericanos”, argumentaba a la agencia Reuters Guillermo Grenier, profesor de Florida International University, un análisis al que Leo Grande añade algo más. “La ironía es que la razón por la que (la Administración) retrasó decir nada sobre la política de Cuba es porque tenían miedo a Florida”, explica. “Ahora que lo han retrasado hasta esta crisis, el coste político de no hacer nada ha subido”, añade.

Potencial crisis migratoria

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Biden tiene prácticamente asegurada la crítica republicana haga lo que haga, incluyendo el firme respaldo que dio el lunes a quienes protestan en la calle en Cuba o si decidiera volver a cumplir el acuerdo migratorio por el que en 1994 EEUU se comprometió a emitir anualmente 20.000 visados de inmigración para cubanos (cuyo éxodo de la isla se intensificó ya en los primeros cinco meses de este año, cuando intentaron llegar por tierra a EEUU casi 36.000 cubanos, el triple que todo el año anterior).

También, en cualquier caso, enfrenta divisiones dentro de su propio partido. Por un lado está el ala progresista con la postura recogida en la carta de marzo pero hay otra parte de la formación, y especialmente el poderoso senador Bob Menendez, hijo de emigrantes cubanos que preside el comité de Asuntos Exteriores y siempre ha abogado por la mano dura con La Habana, que ve esta crisis como una oportunidad de dar un giro respecto a la estrategia que siguió Obama y evitar ser retratados como demasiado complacientes con el régimen autoritario de la isla.

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